La disputa por la Cuauhtémoc
Haría bien la alcaldesa Alessandra Rojo de la Vega de escoger cuidadosamente sus batallas.
Me entristece genuinamente observar que la izquierda mexicana sigue defendiendo la dictadura cubana con tal ahínco. Me entristece no tanto por el sectarismo irremediable de la izquierda, que, contra toda evidencia, sigue negando la supresión de las libertades y la miseria en ese rincón cada vez más destrozado que llaman Cuba. Me entristece por la manera en que manipulan a sus seguidores para aplaudir asesinos sanguinarios y represores como Castro y el Che Guevara.
También me entristece la incapacidad de aprender de la historia, pero, por encima de todo, me enfurece por la falta de solidaridad con las víctimas de una dictadura totalitaria y las vidas cercenadas para siempre.
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La furia que desató la alcaldesa de la Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, retirando dos estatuas de criminales a mí no me alegra, me preocupa. Resulta muy revelador a quiénes toman por ídolos nuestros izquierdistas sin ningún remordimiento público.
Ahora bien, ciertamente parece haber otros elementos además de la defensa de sus muy cuestionables héroes. Es evidente que para un sector de nuestra izquierda cubanófila, la alcaldesa de Cuauhtémoc está resultando muy incómoda e incluso amenazante. Hay quienes desde la izquierda la descalifican por no ser suficientemente feminista, y otros que, desde la derecha, le acusan de ser proaborto y llevar una buena relación con las autoridades capitalinas.
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