La deidad del cinismo
El líder del PRI, Alito Moreno, es un personaje cínico a quien no se le puede creer nada. Mucho menos su reciente escenificación contra Noroña.
El 30 de julio de 2025 los medios de comunicación anunciaron la reactivación del proceso de desafuero de Alejandro Moreno (Alito) en la Sección Instructora de la Cámara de Diputados. Mala noticia para un PRI moribundo y para su dirigente, siempre susceptible de persecución por los innumerables escándalos asociados con su inmensa riqueza personal.
Además, desde hace tiempo se rumora que el PAN ya no quiere aliarse con los priístas en las elecciones intermedias de 2027. El PRI, que de por sí vive en la cuerda floja del mantenimiento del registro en varios estados, se extinguiría localmente en muchos lugares sin el cobijo panista.
Poco menos de un mes después del anuncio de reactivación del desafuero de Alito, el 25 de agosto renunció a la ya exigua bancada de los senadores priístas el poblano Néstor Camarillo. Con esto, el PRI se convirtió en la cuarta fuerza política del senado, quedando fuera de las vicepresidencias por primera vez en 96 años, como informó la prestigiada cronista parlamentaria Leti Robles de la Rosa.
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Simultáneamente, desde hace varias semanas, si no es que, desde hace meses, los reporteros se han dado un festín con el linchamiento mediático, posiblemente muy merecido, de Gerardo Fernández Noroña. Como se sabe, sin embargo, esas coincidencias de los medios de comunicación para condenar en forma unánime a una figura, suelen ser inducciones desde el poder. Hemos conocido todos los viajes, boletos, gastos, comidas, lujos y hasta propiedades del senador Noroña con un nivel de detalle tan minucioso que no tiene punto de comparación con lo que sabemos de otros legisladores. Hasta las plumas del régimen lo han criticado. Es evidente pues, que Noroña no goza de las simpatías de Palacio Nacional.
Pueden decirse muchas cosas de Alito, pero no se le puede acusar de carecer de olfato para la grilla. Esta semana, como todos hemos visto en imágenes repetidas hasta el cansancio, Alito Moreno —apodado en círculos políticos como Amlito Morena— se las arregló para agredir físicamente frente a las cámaras a Fernández Noroña. Lo acusó de autoritarismo, de falta de respeto a la palabra empeñada en negociaciones, de ser grosero, etcétera. En suma, parecía un autorretrato de Alito. En el momento de la agresión, supuestamente espontánea, estaban detrás del líder priísta sus colaboradores y aliados más cercanos. No pasaron minutos del incidente cuando ya se estaba difundiendo masivamente en las redes sociales, mediante distintas tomas hechas desde muy diversas cámaras. Nada de esto llamó la atención de los periodistas, quienes se apresuraron a usar expresiones como “Alito hizo lo que todos queríamos hacer con Noroña.” Fascinante y preocupante confesión de una aspiración colectiva de violencia.
Mi impresión, como queda claro, es que…
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