Mientras en México aguardamos el modelo electoral que nos recetará la “Comisión” y observamos las primeras grietas en el régimen, este observador se desplaza al cono sur. En Argentina, el frío del invierno austral no enfría la política: al contrario, las cosas se ponen cada vez más calientes.
En un mes, a mediados de septiembre, la provincia de Buenos Aires elegirá alcaldías y congreso local. Y a finales de octubre, el país celebrará elecciones nacionales intermedias para renovar la mitad del Congreso.
La primera cita es crucial: ahí vive el 40% de la población argentina y es el último bastión —y caja registradora, legal e ilegal— del peronismo kirchnerista.
Aunque el presidente Javier Milei tiene la mirada puesta en octubre, ganar terreno en la provincia le permitiría debilitar al kirchnerismo y construir una estructura propia capaz de operar la elección de gobernador y presidente en 2027.
Las encuestas le sonríen: su partido La Libertad Avanza podría ser el más votado en septiembre y mantener un impulso sólido en octubre.
El panorama peronista es sombrío: encuestas adversas, su líder Cristina en prisión domiciliaria, unidad interna frágil, y un contexto económico que le arrebata el relato. La inflación cae, la economía crece al 7% y la pobreza disminuye en más de diez millones de personas. Un país que mejora no es terreno fértil para el discurso opositor.
Pero los peronistas saben que para sobrevivir como fuerza política con acceso al erario deben golpear al gobierno donde más duele:
Apoya a Disidencia por sólo $20 pesos a la semana y no te pierdas la columna todos los jueves.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Disidencia para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.