Xi juega ajedrez, Trump damas chinas.
Voyeur de Venal observa cómo el ego de uno choca con la paciencia imperial del otro.
Con la venia de Quetzalcóatl, hoy dejemos a los ministros chamánicos y al informe helvético de la presidenta, que insiste en volver a México irrelevante. Vayamos a la arena internacional, donde la realpolitik se juega tanto con teatro como con misiles.
Donald Trump intenta asfixiar a un régimen menor, el bolivariano, enviando flotas navales para bloquear rutas de petróleo y narcotráfico al norte. Pero al mismo tiempo castiga a sus propios aliados con aranceles que hasta los jueces estadounidenses tachan de ilegales. Su diplomacia es la de un bully con pistola en una mano y factura en la otra.
El contraste lo pone Xi Jinping, que practica política de más alto nivel y, sobre todo, con más paciencia. Su gran trofeo es la India.
Durante décadas, Washington cortejó a Nueva Delhi como contrapeso democrático de China. Desde Clinton hasta Biden se cultivó esa relación. Incluso Modi, rompiendo la neutralidad india, llegó a respaldar públicamente a Trump en 2020.
Pero la luna de miel fue breve.
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