De chicos solemos imaginar que las instituciones operan solas, casi como fuerzas teleológicas. Pero de grandes nos damos cuenta que no es así: que necesitan hombres valientes –hombres de carne y hueso– que las salvaguarden. Porque, ¿de qué están hechas las instituciones, si no de hombres? De reglas, claro; ¿pero quién diseña y ejerce esos preceptos? Hom…
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