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Tergiversación del terrorismo
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Tergiversación del terrorismo

La definición de terrorismo del gobierno mexicano es muy conveniente para eludir su responsabilidad. Escribe Óscar Constantino.

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Oscar Constantino Gutiérrez
ene 14, 2025
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Fotograma de la cinta Art Terrorism de Sergey Shabohin.

Helicópteros derribados con fusiles calibre 50, degollados al estilo ejército islámico, granadas de fragmentación y bombas detonadas en plazas públicas durante celebraciones cívicas, personas disueltas en ácido, campamentos de formación de criminales cuyos reclutas fueron llevados a la fuerza y puestos a pelear entre sí, calles plagadas de automóviles particulares incendiados cuyos dueños fueron asesinados momentos antes y cuyos cadáveres yacen al lado.

Las imágenes llegan a los noticieros y las audiencias hablan de narcoterror. Pero el gobierno mexicano, alienado a la realidad, insiste: “No son terroristas.”

La razón oficial para esta negativa radica en una interpretación peculiar del Artículo 139 del Código Penal Federal. Según esta norma, el terrorismo implica causar terror, sí, pero con el objetivo final de presionar a las autoridades o comprometer la seguridad nacional. El relato gubernamental es que los narcotraficantes no tienen dichas motivaciones políticas y sólo buscan dinero — una falacia.

Confundir medios con fines: el error central

El terrorismo, como lo definen la Asamblea General de Naciones Unidas y el Consejo de Europa, no está limitado por las intenciones detrás de sus actos. Es el uso del terror como herramienta lo que lo caracteriza. Poner bombas en espacios públicos, ejecutar civiles al azar o incendiar vehículos no son acciones neutrales. Generan un estado de terror, y en ese acto reside su esencia.

La distinción entre medios y fines que alega el gobierno mexicano es, en el mejor de los casos, un ejercicio semántico vacío; en el peor, una excusa para no asumir una responsabilidad incómoda.

El razonamiento del gobierno mexicano es peligroso, por decir lo menos. Si el narcotráfico incendia una ciudad para garantizar el paso de su mercancía o asesina a periodistas para evitar ser denunciado, ¿acaso no está utilizando el terror como medio para alcanzar un objetivo? Si el criterio fuera simplemente el objetivo político explícito, entonces ningún acto de violencia organizada sin proclamas ideológicas sería terrorismo, algo que contradice tanto la lógica como la experiencia internacional.

¿Sin finalidad política?

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Una publicación invitada por
Oscar Constantino Gutiérrez
Consultor en políticas públicas y Derecho. Académico. Escribo en la revista Letras Libres. Doctor en Derecho (San Pablo CEU, Madrid). Liberal clásico.
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