Tax the rich o la demagogia fiscal
México enfrenta una inminente reforma fiscal con tintes revanchistas. Escribe Óscar Constantino.
El presupuesto para 2025 prevé un déficit de 1.17 billones de pesos, resultado de gastar más de lo que se ingresa. De ese déficit, 837 mil millones se destinan a 17 programas sociales, mientras 189 mil millones se asignan a diez proyectos de inversión. Es decir, los programas clientelares del régimen absorben prácticamente el déficit completo.
En lugar de recortar gastos o impulsar el crecimiento económico, el gobierno opta por proyecciones fantasiosas: anticipa un crecimiento de 2.3% en 2025, cifra que todos los analistas serios consideran imposible. Frente a esta irresponsabilidad, el oficialismo ya contempla una reforma fiscal bajo el pretexto de "redistribuir la riqueza".
El diputado Ricardo Monreal declaró que los mexicanos “no nos estamos esforzando lo suficiente” en redistribuir ingresos, dejando entrever que la carga recaerá en la clase media y media alta. Los oligarcas aliados del régimen y los sectores más pobres, base electoral del gobierno, estarán desde luego exentos.
Aunque los detalles de la reforma son inciertos, las señales que envían los alfiles y propagandistas del régimen apuntan a un enfoque demagógico tipo tax the rich: impuestos escalonados a herencias, gravámenes sobre propiedades y vehículos, y aumentos al predial. Estas medidas no buscan justicia ni redistribución, sino explotar el resentimiento social.
La “redistribución progresista” no es más que un despojo legalizado. Bajo el disfraz de Robin Hood, el gobierno no redistribuye riqueza: la concentra en su maquinaria electoral. Este esquema castiga a quienes generan riqueza, estableciendo impuestos diferenciados según ingresos, propiedades o actividades productivas.
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