Sheinbaum y el pacto roto
La presidenta estaba entre dos alternativas excluyentes entre sí: tener contento a Trump o mantener el statu quo criminal en México. Escribe Óscar Constantino.
Claudia Sheinbaum entregó 29 narcotraficantes a Estados Unidos sin mayor trámite legal, saltándose procedimientos de extradición y pasando por encima de amparos en curso. La pregunta no es por qué lo hizo sino qué consecuencias traerá esta acción.
Este tipo de maniobras no son aisladas ni simbólicas; son señales de una estrategia más amplia, de largo aliento. El mensaje es claro: el pacto con el narco que sostuvo a la administración anterior está en riesgo, si no es que irremediablemente quebrado. Y si Sheinbaum en efecto lo rompe, la estabilidad política y criminal del país está por entrar en fase de turbulencia.
El narcopacto y su fractura
Durante el sexenio de López Obrador, la relación entre el gobierno y el crimen organizado se manejó con un cinismo disfrazado de pacifismo pragmático. No importaba que el país estuviera sumido en una violencia creciente y voraz: mientras la Guardia Nacional blindara las fronteras y no se desmoronara el equilibrio de fuerzas entre cárteles, Estados Unidos no intervendría en la caja de arena de López.
Pero el nuevo Trump viene con tablero y reglas de juego distintas. A diferencia de la primera administración, donde bastaba con que México contuviera migrantes, este nuevo Trump exige mucho más. Lo de los 29 trasladados es sólo el comienzo.
La plaza es México y se calienta
El narcopacto era un acuerdo tácito de no agresión entre gobierno y criminales. Si se rompe, el resultado es previsiblemente más violencia y desorden. Sheinbaum estaba entre dos alternativas excluyentes entre sí: tener contento a Trump o mantener el statu quo criminal en México. Escogió apaciguar la furia de Trump y eso tendrá consecuencias en México.
Si Sheinbaum sigue entregando criminales, las represalias no tardarán en llegar. Las plazas de los transferidos no se quedarán vacías: serán disputadas. El problema mayor para ella es que esa guerra no sólo se librará en el bajo mundo; la política también sentirá los efectos de la fractura.
El gran peligro para Sheinbaum no es sólo el crimen organizado, sino la balcanización de Morena. ¿Por qué?
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