¿Quién saboteó a quién?
Seis errores de un régimen que quiso controlar la primera marcha de la llamada Generación Z y fracasó.
Dicen que para hacer cosas malas hay que hacerlas bien. En general, prefiero escribir de temas internacionales porque el mundo avanza mientras México retrocede, pero lo que pasó merece observación clínica. Va la lectura de la marcha del 15N —y sus efectos colaterales.
El contexto que encendió la pradera
El país ya estaba inflamado:
Protestas de campesinos, cañeros y empleados del SAT.
Bloqueos de madres por desapariciones y violaciones.
Crimen organizado envalentonado y en guerra abierta.
Asesinatos locales, coronados por el magnicidio del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo.
La presidenta enfrentada con sectores de su propio movimiento.
Tribus del propio régimen desatadas rumbo al 2027.
Economía estancada.
Y Trump respirando en la nuca.
En paralelo, el gobierno veía caer su popularidad.
Ante la marcha que se avecinaba, los asesores cubanos desempolvaron una vieja receta del manual caribeño: provocar violencia para asustar a futuras protestas, contaminar el relato y desviar la discusión hacia la forma, no el fondo. De paso, satanizar organizadores y minimizar la asistencia.
Pero como toda versión secundaria de la inteligencia cubana, la ejecución fue puro amateurismo:
Primer error: el Zócalo cercado
Cerraron todo el Zócalo dejando una sola entrada por 5 de Mayo. Querían un embudo para retrasar el flujo y simular poca asistencia. Junto a la Catedral montaron un teatro de intimidación: jóvenes golpeando vallas, humo de extinguidores y petardos.
Objetivo: evitar la foto del Zócalo lleno, que el régimen sigue creyendo de su propiedad.
Pero calcularon mal. Aun con muchos manifestantes regresándose, la gente que sí avanzó llenó la plaza. Encima colocaron las vallas tan adelante que achicaron el área y le regalaron a la manifestación la postal.
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