¿Por qué censura el régimen?
Cinco hipótesis para explicar la censura a pesar de la aclamación popular.
Una de las preguntas que más escucho es para qué censuraría el régimen obradorista si apenas el año pasado arrasó en la elección nacional, gobierna casi todos los estados, domina a los tres poderes de la unión, la oposición no tiene ni voz ni credibilidad y Sheinbaum es una de las mandatarias mejor evaluadas del mundo. ¿Para qué callar a una crítica que no se traduce en votos? ¿Un régimen con esas ventajas de veras lo necesita? Ofrezco algunas obviedades:
Lo primero es entender que el gobierno censor no opera como monolito. No es un politburó centralizado —a la China— donde se establece el tolete de arriba abajo y parejo. No. Se trata de una colección de individuos déspotas que se van por la libre y se pueden ensañar con un periodista o un ciudadano: Noroña, Sansores, Armenta o el propio presidente, ante los cuales el ciudadano cada vez tiene menos recursos para defenderse. Es, en buena medida, un burdo ejercicio del poder.
Lo segundo es que el régimen juega a la segura. En efecto goza de aclamación popular, pero no sabe por cuánto tiempo. Lo que sí sabe es que no piensa dejar el poder por las buenas y por eso se ha encargado de destruir paulatinamente cualquier acceso equitativo. En esa lógica, lo mejor es siempre correr los menos riesgos posibles y admitir la menor crítica. No por la situación actual sino la estabilidad del poder en el futuro.
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Tercero, que va un poco de la mano, la supuesta aclamación popular es entre comillas. La concedo de entrada por el bien del análisis. Pero a mí me dijo mucho que 90% del país le haya hecho el vacío a la elección judicial, o yéndonos más atrás, que el régimen haya tenido que recurrir a traiciones, amenazas y artimañas legales para lograr inflar su representación en el Congreso, donde el electorado le había dado 54% de los votos pero recibió 74% de las curules; o que ahora esté determinado a reformar la ley electoral para que nadie más pueda llegar al poder.
Cuarto, que también va de la mano, es posible que buena parte de esa aclamación popular sea netamente transaccional y responda a las pensiones que entrega el régimen. Admito que es una genialidad populista, pero aquello siempre es insostenible en el tiempo. No es tanto que el régimen deje de entregar ese dinero —siempre puede endeudarse— sino que lo que entrega deje de alcanzar frente a crecientes costos de salud, seguridad y educación, especialmente cuando esos servicios públicos cada vez están más deteriorados. Por lo tanto, es posible que esa lealtad popular sea temporal y condicional.
Y finalmente, buena parte del apoyo popular se basa en mitos. Me refiero a cuentos confeccionados sobre la corrupción, el pueblo bueno, la mafia del poder y los conservadores. Una crítica filosa del círculo rojo no va a llegar a esas masas engañadas inmediatamente, pero sí se va desmenuzando poco a poco con los años, especialmente cuando se le coteja con la realidad, hasta ir minando el relato oficial. Lo mejor es eliminarla de tajo.
Sean estas u otras razones, el hecho verificable es que estamos en un proceso autoritario. En el sexenio pasado, se hostigaba y amedrentaba a periodistas desde la mañanera y se limitaba a los medios, particularmente a los programas de opinión y de investigación. Hoy, eso continúa pero también se censura a la ciudadanía. Se le reprocha con multas, nuevas leyes de espionaje, humillaciones y la siempre pendiente amenaza de las demandas civiles y penales.
No ha sido necesario encarcelar a nadie aún porque opera lo que el maestro Miguel Ángel Granados Chapa llamaba la censura ambiental: basta poner algunos ejemplos para que todos queden advertidos de las reglas. Así funcionó el PRI autoritario durante décadas y sólo en casos graves recurría a la mazmorra. No sabemos, sin embargo, cuál es el límite de este régimen. Lo cierto es que podemos identificar un proceso paulatino hacia la tiranía. Uno que empezó con López Obrador y que ha intensificado Sheinbaum. En el horizonte hay diversas leyes digitales que le restarían todavía más poder al ciudadano para dárselo al régimen. Por eso, no es necesario esperar hasta que haya gulags para sonar las alarmas.
De acuerdo, Pablo. Ya sé que parezco disco rayado, pero faltó una importante: que este "partido" está asociado, desde el nivel federal al municipal, con narcoterroristas que desaparecen a la gente por cualquier motivo. Yo creo que, en muchos lugares de nuestro país, este es el factor de censura y autocensura de mayor peso desde hace lustros. Saludos.