Patrimonialismo cultural
Todos somos iguales, pero algunas esposas pueden presentar su libro en el zócalo con recursos públicos.
Para el cierre del sexenio nos asiste la divertida imagen de la señora Beatriz utilizando los recursos de los mexicanos para presentar su reciente libro en el zócalo de la capital mexicana, gozando de una audiencia que no tendría de no ser la esposa del Licenciado. ¿Estoy siendo macho? Ay, disculpen, de veras. Ojalá alguien pueda ofrecer una mejor explicación que a la vez sea verdadera y con perspectiva de género.
La corrupción es ciertamente escandalosa. Lo que vimos, por definición, es patrimonialismo. Del más bananero, por cierto. Es el uso de dinero e instituciones del Pueblo (al que, sobra decir, claramente se le tiene un gran respeto) para promover la obra personal de la consorte. Más vulgar y explícito, imposible. A muchos les ofendió, en esa tesitura, que en la propia presentación la aclamadísima autora se haya atrevido a decir –no sabemos si con ironía, lo cual francamente dudo porque es signo de los humores agudos– que finalmente hemos llegado a ese punto en la historia mexicana en el que “todos somos iguales”.
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