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Noroña y los asesinatos
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Noroña y los asesinatos

No le queda otra maniobra autoritaria al régimen para sobrevivir —en este descenso a la ley de la selva— que ensañarse con el eslabón más débil.

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Pablo Majluf
may 22, 2025
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Noroña y los asesinatos
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Ese siempre fue el riesgo de un régimen tiránico en México. No se trataba de un totalitarismo soviético con gulags y campos de reeducación: cualquiera con un mínimo de observación admitiría que el Estado mexicano no tiene esa capacidad, y que vastas regiones de este territorio siempre han sido ingobernables. Lo advertía Lucas Alamán hace dos siglos, y sigue siendo cierto hoy. Incluso el temido partidazo, el viejo PRI, no podía llegar a todas partes y tenía que administrar la violencia mediante caciques locales.

El riesgo era el regreso de pequeños tiranuelos contra una ciudadanía indefensa, que pierde paulatinamente sus pocas libertades. Siempre ha habido espacios para los déspotas en México. Decía Ibargüengoitia que brotan en cada microcosmos: desde una oficina de trámites hasta la presidencia misma. Pero desde nuestra fallida transición a una sociedad abierta habíamos progresado. Por primera vez en nuestra historia podías vencer a uno de esos monarcas autoproclamados en un juzgado o en la Corte. Ya no más.

Artista: Tatsuharu

Ni siquiera es necesaria la reforma judicial que pondrá a los jueces al servicio del régimen, aunque ciertamente empeorará el escenario. La represión del senador Fernández Noroña esta semana contra un ciudadano que le reclamó en un aeropuerto su incoherencia no es una advertencia de lo que viene, sino una constatación de lo que ya es.

Ya es la tiranía: el ciudadano es obligado a disculparse en el propio recinto legislativo, amenazado por el enclenque aparato del Estado y humillado públicamente en televisión, en contra de nuestra inservible Constitución, para proteger del escarnio a esos miembros penosos del politburó. (Quizá sobra aclarar que el agraviado se abrió camino durante años mediante el escupitajo: que presida ahora el Senado es la mejor señal de la salud política de nuestra exrepública).

Me preguntan qué tiene que ver todo esto con asuntos aparentemente más graves, como los asesinatos políticos en la capital, las guerras civiles en varios estados o el caos general que vive el país.


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