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Columna

Nada permanece

Ya ningún escándalo pone en aprietos a los poderosos. El ciclo noticioso es tan líquido, que se escabullen en el mar mientras nosotros los perseguimos.

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Pablo Majluf
jun 12, 2025
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Hemos platicado de que ya nada permanece. Piensen que antes una obra recién publicada podía durar semanas, incluso meses, en la conversación pública. Las declaraciones e intercambios de los intelectuales podían discutirse durante años o más, suscitando apologías o detracciones subsidiarias que se grababan para la posteridad. Pero con la democratización de la cultura, la tecnología y la opinión, eso se acabó. Las declaraciones, obras, artículos y críticas se esfuman de la noche a la mañana.

Ese fenómeno también tocó la política, y se nota sobre todo en la fugacidad de los escándalos y la ineficacia del periodismo. Es una mecánica global, propia de los nuevos medios y redes sociales, pero basta fijarnos en México para ilustrarla. Ni siquiera hay que ir muy atrás.

Monad Nomad. Artista: Yudho

Apenas hace dos sexenios, un escándalo podía acorralar a un presidente. El escándalo duraba meses o años en el ciclo noticioso y fijaba la agenda. Los periodistas no volteaban la vista, el público no pasaba la hoja y el poderoso tenía que responder. Nunca llegamos al grado del Washington Post que tiró a Nixon gracias al escándalo de Watergate, pero sí acotamos el poder de Zedillo, Fox, Calderón y, especialmente, Peña Nieto con apenas dos o tres grandes noticias. También es cierto que del otro lado había auténticos profesionales de la protesta que hoy están en la máxima silla, pero precisamente aprovecharon aquella realidad que ahora se ha disipado.

Nada permanece en el ciclo noticioso por más de dos o tres días. Ni siquiera auténticas tragedias, como el campo de exterminio y trabajo forzado en Teuchitlán, Jalisco; no digamos episodios menores como la negligencia en un buque escuela militar en el extranjero. Las críticas de Zedillo… nadie las recuerda. Los asesinatos políticos en la capital mexicana de hace apenas dos semanas… están completamente enterrados. Y si nos apuramos, la presidenta actual fue electa a pesar de ser la máxima responsable de un accidente mortal en el Metro de la CDMX que, en otras épocas —y quizá en otras democracias—, habría sepultado su carrera.


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