Milei y Xóchitl: entre la realidad y la percepción
¿Las campañas hacen a la realidad o la realidad a las campañas?
Más allá de lo que uno pueda pensar sobre el estrambótico Javier Milei, debemos aceptar que hizo una muy buena campaña en Argentina. Se vendió como el underdog antisistema, como el cambio, como el vehículo de desagravio y el mecanismo de castigo. Aglutinó el coraje ciudadano y lo canalizó contra los kirchneristas expoliadores.
Ante la desangelada campaña de Xóchitl en México muchos le piden un performance estilo Milei no en términos ideológicos sino dramáticos: más estridencia, más combate, más polarización. Los escépticos contestan que México no está como Argentina con 140% de inflación, ni el candidato oficialista es el ministro de economía responsable del desastre, además de que el Licenciado tiene muy buena aprobación.
Xóchitl parece coincidir con los tibios. Su cálculo parece ser que al tener a la oposición más dura en la bolsa es mejor conquistar a los indecisos que no ven con tan malos ojos al Licenciado, evitando radicalizarse para no asustarlos. La economía no va tan mal, la gente quiere los programas sociales y, por lo tanto, no tiene sentido pegarle al régimen.
En efecto, México no está como Argentina. ¡Está muchísimo peor! Con 170 mil asesinatos, 100 mil desaparecidos, descabezados, colgados, embolsados, jóvenes amigos obligados a matarse entre sí frente a las redes sociales, las carreteras en estado postapocalíptico, los peores escándalos de corrupción en la historia, destrucción institucional nivel Atila el Huno, el Poder Judicial amenazado de muerte, el INE semicapturado, 30 millones sin acceso a salud, Acapulco en año cero.
Xóchitl parece coincidir con los tibios.
Todos esos son hechos objetivos respaldados con datos. La realidad mexicana no necesita de percepciones fabricadas por un buen showman y un buen orador. Javier Milei convenció a la mayoría de que Argentina está peor que México. Trump convenció a los gringos de que EU se estaba convirtiendo en un ‘shithole’ nivel Honduras. El mismo López Obrador convenció a millones de que el neoliberalismo y el PRIAN los habían empobrecido y saqueado y, lo que es peor, que todavía son responsables aunque él sea el que gobierna.
El discurso político está hecho de construcciones, relatos, dramas, cuentos. Por supuesto que muchas son mentiras, otras medias verdades, y otras la fría realidad. Lo importante es cómo las cuentas. En el caso de México ni siquiera es necesario mentir: en bandeja de plata está una realidad objetivamente atroz que es verosímil para todos: 74.6% de la gente vive con pavor según la última encuesta de seguridad del INEGI (Envipe, 23). En estados como Zacatecas y Morelos es hasta 91.9% y 87% de la gente respectivamente, y ambos son gobernados por el régimen.
Es cierto que el relato no basta; se necesita disciplina, equipo, operación de tierra. La campaña de Xóchitl tampoco parece tener eso. Pero no digan que México no está como Argentina y que, en consecuencia, no es necesaria una inyección electrizante. Cada vez que lo hacen están consintiendo la otra realidad, la que vende el Licenciado, en la que la gente está feliz, feliz, feliz.
Esta vez no estoy tan de acuerdo contigo Pablo. La política se ha convertido en espectáculo e intuyo que los periodistas, a veces, quieren más show que contenido. Por mucho tiempo hablaron de que la campaña de X se había desfondado, cuando la precampaña recién empezó. Coincido en que hay que emocionar a los posibles votantes, pero no necesariamente hay que "dar nota" cada día. Hay muchas maneras de ir avanzando. El ser más conocido es el primer paso. Pienso que cuando termine esa etapa, X tiene todo lo que necesita para convencer con planteamientos serios, no sólo la historia de la niña de las gelatinas, como va a encontrar al país y sobre todo las vías como, entre todos, deberemos de trabajar para recuperarlo.
Textazo, querido Pablo.