La valentía como virtud política
La oposición no ha producido liderazgos debido a una serie de razones, pero la falta de valentía es una.
Desde hace años se repite la pregunta en los conciliábulos intelectuales, en círculos periodísticos y en las comidas entre amigos o familiares: ¿Por qué la oposición no produce liderazgos?
Imposible agotar la respuesta en un artículo, pero ensayemos un primer elemento de respuesta. Ante la embestida de un régimen autoritario, pocos se atreven a levantar la cabeza. Ser oposición no es condenar todo lo que hace el gobierno, ni insultar a sus partidarios y electores, como hacen muchos analistas e intelectuales.
A la inversa, ser oposición no es ocultarse, criticar con tibieza y tratar de pactar en lo oscurito como han procurado hacer los panistas en los últimos años. Tampoco es gritar palabras altisonantes ni portarse como barbaján o golpear a los adversarios al estilo de Alejandro Moreno en el PRI.
Ser oposición, dicen los ingleses, inventores del concepto en su acepción moderna, es “A government in waiting” (Un gobierno en espera).
Ser oposición entonces, no es tampoco la parsimonia dubitativa de Luis Donaldo Colosio, quien siempre vacila cuando le preguntan sobre sus aspiraciones políticas. La oposición es aquella oferta diferente de la administración en curso, que se asume frontalmente como propuesta alternativa e informa al elector su aspiración de gobernarlo mediante la promesa de mejorar su vida.
En consecuencia, asumirse como opositor, exige valentía. No dije temeridad, ni siquiera osadía. He dicho valentía, y probablemente audacia. Es la disposición a jugarse todo por la ambición política, preferir el poder a la satisfacción inmediata que producen el dinero, la presencia mediática o la fama. Es la capacidad de dar la cara ante el público y ante el gobierno para decir “aquí estoy y vengo a desalojarlos del poder al precio que sea necesario. Yo voy a sentarme en su silla. Soy el próximo gobernante de este país.”
Ciertamente no cualquiera se atreve a eso, pero es la cualidad esencial por la que ningún opositor institucional o partidista ha construido liderazgo a gran escala. La gente no sigue a los medrosos.
De ahí que Ricardo Salinas Pliego, un actor político que no viene de la arena partidista, ha logrado posicionarse como el principal opositor al gobierno en curso. Esto le supone y le supondrá costos importantísimos: en su persona, su familia y sus empresas.
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