La justicia del bienestar: jueces populistas, padrinos criminales y brokers con nómina
¿Cómo será el día de la elección judicial y sucesivos? Escribe Óscar Constantino en su columna de los martes.
La jornada inútil
En un domingo de calor eterno, la gente vota en una primaria bajo techo de lámina, donde el único ventilador apunta a los funcionarios de casilla. Afuera, una lona de Morena, dos sujetos con radios y un narcocorrido tronando desde una camioneta. Votan por alguien que no conocen. Les dan una torta, una Coca y la ilusión de haber participado. No es democracia: es simulación con cargo al presupuesto.
Así será la elección judicial del 1 de junio de 2025: participación bajísima, operadores criminales controlando regiones enteras y candidatos financiados por despachos, caciques o partidos. En al menos un 35% del país —como advirtió en 2024 Glen VanHerck, exjefe del Comando Norte de EE.UU— el narco ya sustituyó al gobierno. Y ese narco ahora elegirá jueces. En las ciudades, por desinterés, complejidad de la elección y por el sinsentido de participar, el porcentaje no será muy distinto y las casillas estarán controladas por quienes acarreen votantes.
El poder judicial de cartón
Después vendrá la nueva Corte.
Por el diseño amañado de la elección —que garantiza cinco espacios para ministras entre los nueve asientos disponibles— todo indica que repetirán las tres juezas al servicio del régimen:
Yasmín Esquivel, plagiaria serial, ignorante del derecho, simuladora con cuarenta años de experiencia y operadora convencida del abuso de poder.
Lenia Batres, aún más ignorante, sin disimulo ni vergüenza, militante burda del oficialismo y promotora de la demagogia disfrazada de “justicia del pueblo”.
Loretta Ortiz Ahlf, académica con un valioso libro de Derecho Internacional Público, pero que en la Corte ha sido correa de transmisión del obradorato, con participaciones lamentables.
A ellas se sumarán perfiles electos por consigna, encargo o padrinazgo. Algunos obedecerán directamente al Ejecutivo, otros a estructuras criminales o regionales. Y en la mayoría de los casos, la ineptitud será la regla. Las sesiones serán largas, saturadas de demagogia, plagadas de errores y de una ignorancia doctrinal que sólo causará vergüenza.
Este escenario patético se replicará en tribunales de circuito y juzgados de distrito.
López Obrador no será el Suharto tabasqueño
A diferencia del régimen de Suharto en Indonesia —que centralizaba toda la corrupción en un solo caudillo—, en México la transa será fragmentada. No habrá un dueño del sistema, sino muchos: gobernadores, narcos, operadores políticos, despachos. Todos jalando desde su esquina.
Eso no impedirá que el régimen —López, Sheinbaum, Monreal, Adán Augusto o cualquier relevo— dicte el sentido de los asuntos donde el gobierno sea parte. En lo demás, reinará el caos. A menos que el nuevo Tribunal de Disciplina Judicial se use como herramienta de purga contra jueces que respondan a otros intereses. Eso podría desatar represalias violentas: el crimen también protege a sus fichas.
Despachos con menú de jueces
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