La involución liberal
Contrario a su mejor tradición y sus orígenes, el liberalismo terminó encerrado en el claustro y dejó de hacer política. Escribe Raudel Ávila en su columna dominical.
En los últimos años se puso de manifiesto la incapacidad del liberalismo para interpretar la realidad y pronosticar con acierto resultados electorales, así como anticipar las grandes tendencias del sistema nacional e internacional en el siglo XXI. No es un problema exclusivamente mexicano sino del liberalismo más cosmopolita. Se me ocurren varias explicaciones, pero la principal es la falta de sentido práctico y experiencia real de los intelectuales liberales en la etapa contemporánea.
Como resultado de la servidumbre voluntaria (diría Étienne de la Boétie) a la que se sometieron los intelectuales de izquierda ante la dictadura totalitaria de la Unión Soviética, o de la China maoísta, y en América Latina del castrismo, los intelectuales liberales adoptaron una posición extremista y poco inteligente. Ahora tocaba maldecir a los políticos y por tanto a la política, como esos anacoretas del cristianismo temprano que, para no ver los aspectos negativos de la realidad, preferían esconderse del mundo en conventos. Se satanizó la participación política y más aún la militancia partidista. La independencia intelectual se interpretó como repulsión por la política y alejamiento de la actividad pública, renunciando así a una honorable tradición liberal.
Pero lo más grave es que el pensamiento político se divorció de la realidad y no tuvo ningún asidero empírico al cual sujetarse, sino que se sustentó en puras especulaciones y formularios que hicieron a los liberales pensadores de una rigidez y un dogmatismo que nada puede envidiarle al marxismo.
Se olvida que, en Inglaterra, Francia y desde luego Estados Unidos, los grandes liberales fueron hombres de acción, políticos o diplomáticos y no académicos de gabinete ni escritores en la torre de marfil. Piense usted en Benjamin Disraeli, William Gladstone, Lloyd George o Winston Churchill entre los británicos, pero también en John Stuart Mill, quien fuera miembro del parlamento. En Francia, Alexis de Tocqueville fue miembro de la Cámara de Diputados, de la Asamblea Nacional y hasta Ministro de Relaciones Exteriores. Ya en el siglo XX, Maurice Druon, Valéry Giscard D´Estaing y muy señaladamente André Malraux fueron distinguidos liberales con abultadas carreras políticas. El mismísimo Raymond Aron tomó parte activa en la resistencia antinazi. Pocas actividades políticas tan crudas como formar parte de movimientos clandestinos de resistencia a un país invasor. Caramba, hasta en México el doctor José María Luis Mora hizo política de verdad y Octavio Paz fue parte del servicio exterior y llegó a Embajador. ¿De dónde viene pues la idea de que la experiencia política daña la capacidad intelectual?
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