La gran pregunta
Sheinbaum frente al huachicol fiscal: ¿Investigación o encubrimiento?
Ahora que los incautos celebran el sexo de quien da el grito, como si eso garantizara buen gobierno o libertad —como si no estuviéramos ya bajo el yugo de una incipiente autocracia—, conviene atender lo serio.
Sobra decir que es crucial establecer el vínculo entre el llamado huachicol fiscal y el expresidente López Obrador. Hablo del vínculo criminal, no de la responsabilidad máxima ni simbólica, que de cualquier manera le corresponde: él entregó los puertos a la Marina y todo el esquema ocurrió en las más altas esferas de su gobierno.
Ya intuimos que ese lazo existe porque fue su secretario de Marina quien controló los puertos por donde entraron los buques con combustible robado, operados por sus sobrinos. Pero aún falta la prueba contundente: una declaración, un testimonio, un audio, una firma, un video.
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Hay que aclarar que el escándalo no estalla gracias a Sheinbaum, sino a pesar de ella. Fue la propia Marina la que dio el pitazo desde el sexenio anterior, cuando el contraalmirante Fernando Guerrero lo denunció en una carta al entonces secretario. Luego se reunió con su sucesor ya bajo Sheinbaum, y poco después fue asesinado.
De modo que, si mi lectura es correcta, la presidenta no está encabezando una purga, sino cercenando tallos, sacrificando chivos expiatorios y cuidando que la investigación nunca toque a su padre político ni a los más altos implicados. ¿Por qué?
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