Les confirmo que la fotografía de Andy en Japón que circula desde hace semanas la tomó un turista. Tuve acceso a una fuente directamente relacionada con quien capturó la imagen y puedo asegurar, sin lugar a dudas, que fue un ciudadano cualquiera que lo reconoció, le tomó la foto discretamente y luego la filtró a medios mexicanos.
Es cierto que éstas han sido las vacaciones de las fotografías: abundan imágenes que exhiben el dispendio e hipocresía de miembros del régimen —incluidos Ricardo Monreal, Mario Delgado y otro de los hijos de López Obrador—, pero al menos ésta, la que detonó buena parte del escándalo, es totalmente amateur y sospecho que las otras también.
Tampoco sé cómo obtuvo Aristegui las facturas del hotel en Tokio que revelan los gastos exorbitantes de Andy, pero es perfectamente plausible que un equipo de prensa acreditado acceda a ellas. La propia Aristegui atribuye la filtración a “una fuente anónima dentro de la recepción del hotel”, lo que es muy normal en el periodismo. Mucho más probable eso que una orden judicial solicitada por el gobierno mexicano: en Japón, un procedimiento así exigiría cooperación internacional, tiempos judiciales y justificaciones legales, y según internet el gobierno de Japón es muy hermético.
Esta precisión es relevante por varias razones…
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