Justicia feudal
La reforma judicial no aumenta el poder del régimen sino todo lo contrario.
No era necesaria esta reforma judicial. Nadie la pidió. Nadie con un mínimo de inteligencia política la consideraba pertinente. Pero la hicieron. El régimen obradorista, atrapado en su laberinto autoritario, decidió que también tenía que controlar la justicia. Que no bastaba con colonizar al Congreso y aplastar a los órganos autónomos. Faltaban los jueces. Faltaba esa parte del Estado que todavía podía decir que no.
Y entonces propusieron lo más torpe, lo más irresponsable, lo más peligroso: que los jueces sean electos por voto popular. Que el poder de encarcelar o liberar a una persona dependa de quién sepa movilizar más clientelas, comprar más espectaculares o gritar más fuerte en una plaza. No es una reforma judicial. Es la instalación oficial del caos.
Morena ha propuesto una justicia feudal, con una capa de simulación democrática encima. Una justicia repartida entre quienes tengan los medios para tomarla por asalto: la CNTE, los gobernadores, los caciques, los sindicatos, los empresarios, los pastores, los criminales, los despachos con dinero y los operadores con hambre de poder. Todos ellos lo entienden. Todos ellos ya están moviendo piezas.
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