Guardianes involuntarios
Voyeur de Venal observa cómo la suerte de lo que queda a nuestro sistema electoral puede terminar en manos poco honorables.
Tal es la degradación de nuestro sistema político que la última esperanza de frenar la demolición del aparato electoral parece descansar en los votos de dos partidos acostumbrados a parasitar el erario, vender su apoyo al mejor postor y coquetear con regímenes totalitarios: el Partido Verde y el Partido del Trabajo.
El 4 de agosto, la Presidencia publicó el decreto que crea la Comisión para la Reforma Electoral. Su objetivo: vestir de legitimidad popular el último clavo en el ataúd de la sistema electoral y allanar el camino a un régimen de partido único.
La comisión la encabeza Pablo Gómez, recién expulsado de la Unidad de Inteligencia Financiera tras el escándalo de lavado de dinero para el crimen organizado que involucra a tres instituciones financieras. Gómez fue un actor clave en las reformas que, hace décadas, permitieron a México transitar hacia una democracia incipiente. Hoy dirige la operación que busca cerrar la puerta a cualquier alternancia.
Lo acompañan la irrelevante secretaria de Gobernación, cuatro funcionarios de Presidencia —entre ellos Arturo Zaldívar, encargado de dar forma jurídica a la reforma— y, de manera sorpresiva, Pepe Merino, titular de la nueva y poderosa Agencia Digital, que busca quedarse con el control y administración del padrón y la información electoral.
Entre las prioridades de la reforma figuran la eliminación de los diputados plurinominales y el recorte de prerrogativas a los partidos. Justo ahí entran en juego el Verde y el PT…
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