Excepción y decepción
El PAN hubiera podido ser el partido más moderno y democrático. Pero es una continua decepción. Escribe Raudel Ávila en su columna dominical.
Circula en estos días el infundio de que los ciudadanos no podemos exigirle nada a los dirigentes de los partidos de oposición puesto que no militamos en ellos. Vaya cosa, resulta que todos los partidos mexicanos reciben cientos, si no es que miles de millones de pesos de nuestros impuestos porque la ley los clasifica como entidades de interés público. Así que, mientras los partidos no vivan de las cuotas de su propia militancia, usted y yo tenemos tantísimo derecho a exigirles cuentas como a cualquier otro servidor público pagado con nuestras contribuciones fiscales.
Por desgracia, el entorno político mexicano es particularmente propenso a la formación de partidos autoritarios. A ello contribuyen la cultura política heredada de España y el mundo latino, la historia de la Revolución mexicana y el hecho de que casi todos los partidos nacionales vienen del PRI o fueron creados por un expriista. La pregunta no es, entonces, por qué casi todos nuestros partidos nacieron despojados de una vida interna democrática, sino cómo fue posible que uno de ellos naciera plenamente democrático: el PAN.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Disidencia para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.