Estuvimos ocho años en el poder
La propaganda de Claudia Sheinbaum camina en arenas movedizas. Escribe Raudel Ávila en su columna dominical.
Uno de los aspectos más tristes y primitivos de la izquierda mexicana es su incapacidad para aprender y observar el exterior. Más allá de una mirada latinoamericanista superficial, el resto del mundo le queda muy grande a nuestros progresistas. Sus opiniones sobre América del Norte no salen del discurso antiimperialista. De Europa dicen que todo lo que sucede es un castigo histórico por su pasado colonial. De África, cuyos países no pueden identificar en el mapa, aseguran que son pueblos hermanos. De Oriente Medio, con un feroz dejo antisemita, aplauden y victimizan a todos los terroristas y movimientos antioccidentales. Y finalmente, de Asia no saben nada excepto que, como buenos admiradores de dictadores y tiranos, reverencian el totalitarismo chino.
Al final del gobierno de Obama se publicó el libro We Were Eight Years in Power del escritor Ta Nehisi Coates, un afroamericano originalmente simpatizante de Obama. Coates, un autor más bien woke, reúne en ese libro una colección de ensayos lamentándose de que el racismo no se haya acabado en Estados Unidos con el gobierno de Obama. Peor, dice que quizá empeoró en la medida que llegó al poder Donald Trump. Es posible que el impulso progresista y a ratos woke de Obama haya endurecido a los radicales del racismo estadounidense. Coates le reprocha a Obama que no los combatió, pero también que “Barack” (así le dice él´) no cambió prácticas estructurales como los entrenamientos y conductas racistas de las fuerzas policíacas norteamericanas.
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