Es la seguridad
Xóchitl finalmente hace explícito el problema más apremiante: la violencia criminal debe parar.
Después de mucho deambular en la ambigüedad, esta semana Xóchitl Gálvez finalmente enunció con toda claridad que el tema más apremiante para el país es el de la seguridad. Claro que lo es: ningún otro asunto amenaza tanto la vida, la libertad, la paz, la propiedad, la economía, la democracia e incluso la búsqueda de la felicidad –ese derecho inalienable para los liberales– como el avance del crimen organizado.
“Las escenas terribles que vimos ayer en Ecuador”, dijo Xóchitl en un spot, evocando el asalto de sicarios ecuatorianos a una estación de televisión en Guayaquil, “nos recuerdan el peligro que corre México ante el avance y penetración del crimen organizado en distintos territorios y distintos sectores de nuestra economía”.
Se entiende que aproveche la coyuntura para posicionar el tema en la campaña, pero en realidad acá ya cruzamos esa línea hace mucho y el crimen organizado mexicano no necesita hacer el show de irrumpir en una cadena de televisión a media transmisión. El crimen ya está completamente imbuido en todo el entramado social y a niveles mucho más profundos. Pone y quita candidatos a gubernaturas y ayuntamientos, sitia ciudades –como en el Culiacanazo–, masacra y desplaza comunidades enteras, extorsiona hasta a la Iglesia, tira helicópteros militares, compra generales y administra vastos territorios como feudos medievales.
Nuestros cárteles hace mucho que utilizan tácticas terroristas. Han incendiado casinos llenos de clientes, explotado granadas de fragmentación en fiestas cívicas, masacrado escuelas y sepelios, y ahora ensayan matanzas masivas con drones, como la ocurrida esta semana en Heliodoro Castillo, Guerrero. También tenemos escalofriantes escenas como aquella de Lagos de Moreno en la que cinco amigos de la infancia fueron obligados a matarse entre sí y el video de la masacre difundido en redes sociales. El sadismo de los cárteles se despliega y difunde con la intención de aterrorizar a la población.
El crimen ya está completamente imbuido en todo el entramado social.
Asimismo, los cárteles intervienen en todas las esferas de la economía. Muy atrás quedaron los tiempos en que solamente se dedicaban a traficar droga en la semiclandestinidad. Después de haber incursionado en la trata, la piratería y la prostitución, irrumpieron en el control del comercio legal de todo tipo de bienes y servicios: aguacate, limón, minerales, maderas, pollo y ahora hasta internet. Cobran impuestos a la población, son dueños del tránsito en carreteras y, según el aclamado estudio de Rafael Prieto Curiel y Alejandro Hope en Science, son el quinto empleador más grande del país con una fuerza laboral de más o menos 185 mil empleados.
Por si fuera poco, el crimen organizado ya es también un actor político. Es clarísimo el contubernio que mantiene con el régimen obradorista. Durante la pax narca hubo arreglos y componendas entre el crimen organizado y el poder político para imponer límites y garantizar cierto orden social; pero nunca habíamos visto la claudicación voluntaria del territorio, la apología de los criminales como si fueran miembros del pueblo bueno y sabio con tradiciones venerables, ni a un presidente viajando sospechosamente más de seis veces al municipio que es el asiento principal del narcotráfico en México. Tampoco habíamos visto tan claramente el crimen organizado fungiendo de operador político como en los estados del Pacífico en las elecciones del 2021.
No caben las ilusiones para soñar que un nuevo gobernante puede traer la luz a las tinieblas en apenas seis años. Pero sí, al menos, podemos creer que será capaz de desarticular esa ecuación moral perversa del obradorismo que ha desdibujado la línea que divide al pueblo y los criminales, a la ley y el crimen, al bien y al mal. Un gobernante decidido puede enfrentar, en el nombre de la civilización, a esa barbarie en vez de entregarse a ella. Es la última llamada para el país antes de ser de lleno una narcodemocracia. La claridad de Xóchitl bien vale un voto de confianza.
Excelente artículo! Muy bien fundamentado!