Entre Bolívar y Washington
Sheinbaum juega a la solidaridad bolivariana, pero la frontera y los acuerdos comerciales y de seguridad dictan otra lealtad.
El régimen obradorista naturalmente prefiere al venezolano que al estadounidense. No sólo por proximidad cultural dentro de esa supuesta hermandad latina que tanto machaca la izquierda —y, a la inversa, el repudio que profesa a la civilización norteamericana—, sino por genuina afinidad ideológica. Y si bien irónicamente tiene similitudes con el propio trumpismo, uno de sus modelos en el mundo es precisamente la izquierda bolivariana.
Sería difícil emular un régimen idéntico en México por razones geográficas, culturales y económicas, pero ciertamente es un ideal, al menos para ellos. No pocos miembros de las filas obradoristas se reconocen abiertamente bolivarianos. Encima, los vínculos políticos son de larga data, desde que Hugo Chávez financiaba movimientos populistas en el vecindario. Con el ascenso del obradorismo al poder, México no sólo ingresó a ese inefable club, sino que se volvió su benefactor, ahora sostén de la dictadura cubana. Un ejemplo concreto es la negativa de Sheinbaum a felicitar a María Corina Machado por el Nobel de la Paz: un silencio que significó más que mil palabras.
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En las últimas semanas, el gobierno estadounidense ha pulverizado en aguas internacionales a más de una docena de embarcaciones de presuntos narcoterroristas venezolanos financiados por ese régimen. Hemos visto en videos cómo drones hacen añicos las lanchas en el mar como si se tratara de auténticos yihadistas. Y, en parte, esa es la justificación moral de los estadounidenses para ejecuciones que a todas luces parecen extrajudiciales. Yo prefiero juicios decentes conforme a un Estado de derecho moderno; pero tampoco haría apología de ese tipo de criminales si los supiera culpables. Confieso, además, que si todo se tratara de mera presión para provocar un cambio de régimen en Venezuela, me sentaría a ver con expectativa.
Ahora bien, México sin duda condenará cualquier injerencia norteamericana. No sólo simpatiza —como dije— ideológicamente con Venezuela y repudia a los gringos, sino que así lo dictan los preceptos constitucionales y las viejas doctrinas de política exterior mexicana, como la autodeterminación de los pueblos y otros lugares comunes que tanto se citan. En ese tenor, esta semana la Marina mexicana rescató —supuestamente por razones humanitarias— a un sobreviviente reciente de uno de estos ataques, condenó la agresión y le brindó asistencia.
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