El liberalismo está huérfano, atrapado en una encrucijada antiliberal entre el trumpismo y el wokeismo. La creencia de que la victoria de Trump es un triunfo de la libertad es tentadora y muchos caen en ella, especialmente frente a una izquierda que censura y castiga todo lo que escapa a sus dogmas de justicia social y victimización. Pero los liberales deben saber que Trump y el wokeismo son dos versiones —cosméticamente diferentes, si se quiere— de lo mismo: antiliberalismo.
Los liberales siempre se han enfrentado a este dilema, resistiendo en múltiples trincheras. Les tocó luchar en el siglo 18 contra los reyes absolutistas de un lado y las masas revolucionarias del otro. En el 19, contra quienes querían frenar la revolución industrial y quienes deseaban restaurar el absolutismo. En el 20, contra el fascismo y el comunismo. Y así, a lo largo de los siglos, ha luchado contra enemigos de la libertad individual que se presentan bajo diferentes máscaras, a veces en apariencia opuestas.
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