El viejo turbante
Voyeur de Venal vuelve la mirada al Medio Oriente, donde las guerras ahora se ganan con traje y corbata.
A petición de nuestros lectores —y ante la monotonía terminal del proceso involutivo que vive la República— volvemos a posar la vista en el escenario internacional. Esta vez, en Siria, donde la realidad supera al delirio diplomático.
En diciembre pasado, tras años de guerra tribal y con Rusia distraída por sus desventuras ucranianas, cayó el inefable Bashar al-Ásad. En su lugar ascendió un líder local, dueño de la franquicia de Al Qaeda en Siria, sobre cuya cabeza pesaba una recompensa de 10 millones de dólares ofrecida por Estados Unidos.
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