El tecnolibertarianismo trumpista y su camino a la servidumbre
Cómo los ideólogos del trumpismo Curtis Yarvin y Hans-Hermann Hoppe han puesto al movimiento libertario en una espiral sin retorno. Escribe Ángel Jaramillo.
El trumpismo como práctica e ideología tiene varias contradicciones. Una de ellas es la que protagonizan el populismo de Steve Bannon y el anarco-libertarianismo de los oligarcas de Silicon Valley, cuyo mayor protagonista hoy en día es Elon Musk.
Para Bannon, el trumpismo debería ser leal sobre todo a su base electoral, que son pobres blancos de las zonas rurales, digamos el tipo de persona que el vicepresidente J. D. Vance elogia en su libro —después convertido en película— Hillbilly Elegy.
Si uno se deja llevar por cierta tentación clasificatoria, diríamos que Bannon representa a la izquierda trumpista, si tal cosa es imaginable. Las supuestas políticas de reindustrialización de Estados Unidos, que se encontrarían detrás de la furia arancelaria de Trump tendrían como principal beneficiario a un gran sector olvidado por años por las élites en Washington DC: el trabajador que se agitaba en las gélidas fábricas de Pittsburgh y que, por causa de las políticas globalizadoras de los "hombres de Davos", perdió su empleo y su dignidad.
El ascenso de Musk al poder ha ocurrido, se podría decir, a expensas de la influencia de Bannon en Washington, si bien la estrella de este último decayó como producto de batallas burocráticas perdidas durante el primer año de Trump en el poder en 2016-2017.
En términos de ideología, ¿qué representa Elon Musk? Su socio en sus días en PayPal, Peter Thiel, comentó alguna vez que él ya no pensaba que la democracia era compatible con la libertad. Para entender el significado de esta idea habría que referirse a dos personajes que han llevado el ethos súper-tecnológico de Silicon Valley a una especie de teoría política: Curtis Yarvin y Hans-Hermann Hoppe.
Escribiendo con el nom de plume, Mencius Moldbug, Yarvin se dio a conocer más o menos después de la crisis financiera del 2007-2008. Experto en computación, Yarvin es hijo de diplomáticos con muchos sellos en el pasaporte. A pesar de una infancia cosmopolita, se ha concentrado en cómo reformar radicalmente a su país. Uno de sus conceptos básicos es la idea de lo que él llama La Catedral. Esta es una red de medios de comunicación, burocracia y academia que conforma una constelación ideológica que gobierna Estados Unidos a partir de lo que Noam Chomsky denomina el consenso manufacturado.
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