El régimen va por el efectivo
Sin efectivo, cada gasto se vuelve visible, rastreable y controlable por el gobierno
Claudia Sheinbaum propone reducir el uso del efectivo. Su planteamiento se presenta como un avance moderno, casi higiénico: más pagos digitales, menos billetes, todo más ordenado. Pero lo que realmente implica es un salto enorme en la capacidad del Estado para supervisar, intervenir y condicionar la vida financiera de cada persona. En un país donde la autoridad fiscal ya opera como herramienta de castigo y presión política, esa capacidad no es modernización, sino una amenaza directa a la libertad.
El plan es simple en apariencia: sustituir gradualmente el efectivo por pagos digitales administrados desde el Estado, con una infraestructura que centraliza el origen y rastrea todo. Cada compra, cada servicio, cada gasto cotidiano pasa por un filtro político disfrazado de modernización. El discurso oficial habla de formalización y eficiencia. La realidad es que convierte al gobierno en intermediario obligatorio de cada transacción.
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