El ignominioso final del PRI
¿Por qué el PRI votó para salvar a Cuauhtémoc Blanco?
El problema no es que el PRI esté desapareciendo, pues a estas alturas a nadie le importa. El problema es que cada vez se vuele más oprobiosa y vergonzante su salida del escenario de la historia. El que fuera el partido político más grande e importante de América Latina, el único capaz de formar operadores políticos profesionales (por eso, absolutamente todos los otros partidos mexicanos le ofrecen espacios a expriistas) ha quedado reducido no a la pequeñez, sino a una vulgaridad e insignificancia equivalentes al liderazgo de Alejandro Moreno.
Fue éste y no otro dirigente quien le regaló al gobierno de López Obrador más de dos decenas de gubernaturas y redujo la intención del voto del Revolucionario Institucional a 8%, según la encuesta más reciente de El Universal.
El fracaso en política puede tener dignidad cuando se actúa con grandeza, pero no es el caso aquí. Moreno llevó al PRI a tales niveles de ignominia, que esta semana el PT decidió mostrar mayor dignidad y grandeza de miras que el PRI. Repito, el PT. Mejor los legisladores del Partido del Trabajo —un partido satélite y miembro oficial de la coalición gobernante— se rehusaron a avalar la impunidad de Cuauhtémoc Blanco, mientras que los diputados priistas optaron por proteger al exfutbolista.
Los priistas actuaron así para que no se vuelva a abrir el expediente de inmundicias que integran la trayectoria de Alejandro Moreno. Cuidamos al delincuente del oficialismo hoy para que no se metan con nuestro propio criminal mañana.
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Se ha dicho hasta el cansancio, el PRI ya no representa a nada ni a nadie excepto a la camarilla que lo controla para robarse las prerrogativas que le regala el INE. No obstante, esa camarilla que todavía hace un año parecía un reducido número de mafiosos, hoy se reduce a una sola persona. El PRI no es un partido político, pues no tiene ideología ni principios (el PT tuvo más) sino que ni siquiera tiene una estrategia electoral. Sólo es un negocio rentable para su dirigente, quien quiere quedarse con la caja registradora del barco antes de que se hunda completamente.
La pérdida del registro del PRI en sí misma, hoy no constituiría ninguna pérdida para México. La tragedia es que el PAN se deja arrastrar una y otra vez por ese mismo lodo. Todavía en las elecciones municipales de este mismo año en Durango han optado por ir en coalición con el PRI. ¿A efecto de qué?
Viene a la cabeza la frase de don Fidel Velázquez, el patriarca del sindicalismo autoritario. En una ocasión le informaron que todos los partidos de la izquierda mexicana finalmente habían decidido unirse y formar uno solo. Interrogado por la prensa sobre su parecer al respecto de esa unión, el viejo líder obrero simplemente contestó: “cero más cero más cero, sigue dando cero.”
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El PAN, que también pasa por el momento de mayor descrédito en su historia quiere hundirse abrazado al PRI en lugar de reconfigurar una ruta individual para su propia reconstrucción. La cobardía del PRI ante la intimidación de usar el expediente penal contra Alejandro Moreno para obligarlos a votar en defensa de Cuauhtémoc Blanco ni siquiera le hace justicia al origen de sus personajes menos presentables. Los primeros priistas tenían muchos defectos, pero cobardes no eran, pues venían de formarse a la brava en los sanguinarios campos de batalla de la Revolución Mexicana. Dice Gonzalo N. Santos, el legendario cacique atrabiliario priista en sus memorias:
“Quiero decirles a ustedes, para que lo sepan, si es que lo ignoran, que yo soy bandido y los bandidos no nos vendemos, se vende la gente honrada como ustedes, de modo es que búsquense a un honrado para que lo compren, pues les repito, yo soy bandido y no me vendo.”
El PRI de hoy ya ni a eso llega.
Lo paradójico estaría en que el PRI salvó de la extinción al PT y ahora este clava su pica en el flan politiquero votan lo razonable.
Por lo demás, el PRI no se extingue, cambia lo tricolor del nacionalismo por el moradito de mi victimismo. MORENA como Antorcha son esencialmente priístas, es decir cardenistas, porque el callismo ha vuelto a sufrir otra derrota. Que tampoco será la definitiva, no en balde Gómez Morin empieza su vida pública ahí.
Tres presidentes han tenido la oportunidad de encabezar un cambio cultural: Salinas, Fox y Lopitoz. El segundo no tenía luces ni equipo, el primero quiso modernizar el pasado y el último trató de maquillar al pasado. Ninguno con más fuerza que López, ninguno más fracasado, junto a su némesis Calderón que cada tiene mejores luces y también menos fuerza.