El desvanecimiento del PAN
Acción Nacional ya no es propiamente un partido de oposición sino uno casi testimonial viviendo del presupuesto y a punto de desaparecer. Escribe Raudel Ávila en su columna dominical.
Esta semana renunció al PAN Juan José Rodríguez Prats, quien fuera diputado, senador y presidente de la comisión de doctrina del partido. Autor de una decena de libros sobre la historia y la ideología de Acción Nacional, Rodríguez Prats era reconocido en los escasos lugares donde eso sigue importando, como el último ideólogo de un partido moribundo. Rodríguez Prats declaró con dureza inusitada que no se tomó la molestia de redactar una carta de renuncia, pues ya no hay adónde enviarla.
“El partido en el que milité durante tres décadas ya no existe, así que no hay un espacio al cual renunciar”, dijo.
Hace unos días también se publicó una encuesta de El Universal en la que Movimiento Ciudadano ya figura por encima del PRI y del PAN en preferencias del electorado de oposición. Los votantes que no simpatizan con el régimen escogen como primera opción a MC (10% intención de voto), en segundo lugar al PRI (8%) y hasta el fondo el PAN (7%). Intuitivamente esto no tiene ningún sentido, pero es la realidad.
Finalmente, esta misma semana, Raymundo Sánchez publicó en El Heraldo de México un artículo de opinión devastador exponiendo la insignificancia de un panismo que recibe de vuelta con los brazos abiertos a Germán Martínez, el mismo que los traicionó para irse a los brazos nada menos que de López Obrador. Cada quien escoge su método de suicidio y desprestigio.
El PAN debería representar a un segmento bastante amplio del electorado, vale decir todos los votantes de orientación conservadora, desde el empresariado de clase media liberal hasta los activistas más reaccionarios de la extrema derecha. El PAN debería ser la alternativa natural de todos ellos y sin embargo les inspira desconfianza, cuando no desprecio.
Cuando uno habla con los panistas (dicen que todavía quedan algunos), ellos explican esto como resultado de la destrucción del centro político en todo el mundo. Algo hay de eso sin duda. El centro derecha, como el centro izquierda están en crisis en todas partes; la democracia cristiana ha dejado de ser opción para la mayor parte de la gente. Los movimientos y partidos políticos en ascenso son aquellos que rozan el radicalismo, que juegan a las propuestas extremas o de plano se presumen como externos al sistema.
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