El arribo de la Europa de las armas
La nueva geopolítica europea frente a Trump y Putin. Escribe Ángel Jaramillo
Todo pensador aspira a tener una gran idea. No todos la tienen. Pero para quienes son tocados por la varita mágica de ese destino venturoso, tenerla es una gran fortuna. A través de una de ellas, el medievalista belga, Henri Pirenne, fue de los que nos ayudaron a imaginar y a entender el destino de Europa.
Educado bajo la tutela de extraordinarios historiadores alemanes y franceses, Pirenne se concentró en comprender al mundo medieval europeo. Su gran intuición fue sugerir que el ascenso del Islam significó que la Europa carolingia —lo que hoy es Francia, Alemania, Bélgica y Holanda— quedaría aislada del acceso al Mar Mediterráneo. El dictado de Alá a Mahoma es el secreto para entender la forma en que se desarrolló Europa tras la caída del Imperio Romano.
Todo esto viene a cuento porque es posible que en la geopolítica europea estemos presenciando un cambio de época en la distribución del poder. Si esto es verdad, nos estaríamos moviendo de esa Europa carolingia, con su centro gravitacional al norte de Alemania, al sur de Europa.
Italia y Grecia, por ejemplo, se han recuperado hasta cierto punto de la gran crisis económica que hace apenas unos años parecía su destino. La lideresa italiana, Giorgia Meloni, ocupa hoy un lugar estratégico por su cercanía con el gobierno de Trump.
Este cambio en la geopolítica europea implicaría también la reducción del poder de Alemania, Francia, los Países Bajos y, hasta cierto punto, la Gran Bretaña. Es decir, el núcleo a partir del cuál se creó la Unión Europea.
Pero el punto de gravitación de la geopolítica europea no sólo se está moviendo hacia el Mediterráneo —donde Turquía podría convertirse en una gran potencia política y económica— sino también hacia el este. De ahí la importancia de Ucrania. El gran teórico de la geopolítica, Halford John Mackinder dijo que quien conquistara Europa del Este, conquistaría Eurasia y quién conquistara Eurasia conquistaría el mundo.
El cambio del poder y la influencia en Europa también podría estarse moviendo hacia el norte, donde los países bálticos entienden mejor que los de la zona carolingia que Europa debe pactar con la historia. Para ellos, el profeta no fue Francis Fukuyama sino Samuel P. Huntington. El futuro no será el del Fin de la historia, sino el de La lucha de civilizaciones.
“Es posible que en la geopolítica europea estemos presenciando un cambio de época en la distribución del poder.”
La Europa mediterránea, la de Mitteleuropa y la de la zona báltica recuerdan que la historia milenaria de Europa ha sido una de guerras continuas. La Europa de la zona carolingia pretende todavía que es posible vivir en el mundo del dominio de los mercaderes cuando, como dice el geopolítico Robert D. Kaplan, estamos ingresando a un mundo trágico.
Los representantes de la Europa carolingia —Emmanuel Macron y Keir Starmer— deberían haber sido acompañados por representantes de la Europa del futuro en su visita a la Casa Blanca la semana que viene. Ellos habrían mostrado a Trump que hay otra Europa: una que luchará con todo para defender los valores de la civilización occidental.
*Ángel Jaramillo es periodista, ensayista e historiador de las ideas políticas.
Es posible. De hecho eso es lo que están poniendo en discusión los de la Escuela de Claremont. Se equivocan: Rusia está en guerra contra los valores de occidente, en la manera en que no lo está China.
De hecho Huntington es un autor clave para entender a los geopolíticos del putinismo, como Dugin. Se entiende que yo no estoy promoviendo las ideas de Huntington, aunque su posición explica mejor nuestro mundo que la de Fukuyama. Hay un renacimiento del Adriático (ver el excelente libro sobre el tema de Robert D. Kaplan). Parte de ese Renacimiento se refiere a un viraje general hacia el Este (ver comentario sobre Mackinder). Obviamente Grecia e Italia están no sólo más al Sur sino más al Este que la Europa Carolingia.
En cuanto a regresar al siglo XIV, de hecho fue la primera parte del siglo XX el periodo más sanguinario en la historia europea. Se entiende, además, que el artículo trata de ser menos prescriptivo que descriptivo.