Cuando los enanos se hacen gigantes
Un país diminuto acaba de darle a Europa una de sus victorias más importantes sin disparar un solo tiro.
Este espacio contemplativo del quehacer político busca brindar entresijos e información de fuentes no convencionales para entender los temas con relevancia nacional e internacional, y guiar la mirada hacia zonas donde se juega el futuro inmediato, se alteran los equilibrios de poder y se moldea el nuevo orden mundial.
Mientras en México la agenda está secuestrada —para mal o para peor— por la degradación institucional del régimen kakistocrático, en el mundo se escribe el resto del siglo sin que aparezcamos en la foto. Y es ahí donde entra en juego un país diminuto y casi desconocido: Moldavia.
Cuando Rusia lanzó su invasión masiva a Ucrania en 2022 lo hizo con tres columnas militares: una hacia Kiev, otra hacia Odesa con la intención de abrirse paso hasta Moldavia y una más hacia al centro.
Las dos primeras columnas fracasaron y la ruta a Moldavia quedó congelada en ese momento.
Moscú entonces cambió de táctica: si no podía entrar con tanques, lo intentaría con urnas. Arrancó una guerra híbrida financiando partidos prorrusos, hackeando sistemas electorales y comprando políticos a granel.
El manual no era nuevo. Ya lo había intentado en Rumania meses atrás, apoyando a un candidato prorruso que ganó. Pero la operación fue tan burda que Bruselas intervino, anuló la elección y ordenó repetirla sin ese aspirante en la boleta. Ese fracaso obligó a Moscú a redoblar su apuesta en Moldavia.
Moldavia no es cualquier país periférico. Es clave porque en su territorio está Transnistria, una región autónoma con tropas y armas rusas listas para expandirse. Y porque es la puerta que permitiría a Moscú cercar a Ucrania desde el sur y poner bajo amenaza directa a Europa del Este.
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Por eso el triunfo del Partido Acción y Solidaridad (PAS), de corte proeuropeo, con el 52% de los votos y mayoría parlamentaria, es un hito. Rusia no escatimó recursos: más de siete mil ciberataques contra instituciones moldavas, más de 200 millones de euros canalizados a partidos prorrusos y operaciones ilegales el mismo día de la elección. Y aún así, perdió.
El desenlace es claro: la estrategia rusa de envolver a Ucrania desde abajo se detiene, y Europa puede respirar y avanzar hacia el norte, con un frente menos por cubrir. Moldavia —ese paisito que casi nadie pela— acaba de dar a Occidente una de sus victorias más importantes desde que empezó la guerra.
Claro que el Kremlin no se cruzará de brazos. Pero por ahora, aunque suene paradójico, un peón acaba de poner en jaque al rey.
—Voyeur de Venal