¿Cómo limitar los daños de la Corte del acordeón?
Entre pifias jurídicas y ministros que parecen pasantes confundidos, la Suprema Corte mexicana enfrenta su peor crisis de credibilidad. El modelo estadounidense ofrece una salida.
Los ministros del bienestar ya dieron la nota en su primer mes: confundieron conceptos básicos, pidieron asesores en pleno, negaron principios constitucionales y hasta dijeron que los ciudadanos no pueden impugnar actos del Congreso porque “ese poder es electo democráticamente”.
Es la primera vez que la Corte está integrada por incompetentes de arriba a abajo. Ricardo Monreal lo llama “fase de aprendizaje”. En realidad es descomposición. La pregunta es: ¿qué hacer para limitar el daño?
El contraste con Estados Unidos
En Estados Unidos, la Corte Suprema recibe miles de solicitudes cada año, pero sólo acepta unas cuantas decenas. Escoge lo que realmente define el rumbo constitucional y deja que tribunales inferiores cierren el resto. Así lo hicieron, por ejemplo, en el caso United States v. Microsoft en 2001: la Corte Suprema ni lo tocó, y aun así el fallo de un tribunal de circuito marcó la política antimonopolio. El sistema funciona porque está diseñado como embudo: pocos casos, pero decisivos.
En México es lo contrario. La Corte funciona como buzón abierto: amparos, acciones y controversias de todo tipo llegan al pleno. Como la puerta nunca está cerrada, se genera la expectativa de que cualquier caso podría acabar en manos de los ministros. Eso los desborda y multiplica los errores.
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