Disidencia

Disidencia

Share this post

Disidencia
Disidencia
Colosio, el hombre y el mito
Copiar enlace
Facebook
Email
Notes
Más
Plumas invitadas

Colosio, el hombre y el mito

A 30 años del asesinato de Colosio, Raudel Ávila escribe sobre el personaje, sus cualidades políticas y la neutralización del populismo que no fue.

Avatar de Raudel Ávila
Raudel Ávila
mar 24, 2024
∙ De pago
18

Share this post

Disidencia
Disidencia
Colosio, el hombre y el mito
Copiar enlace
Facebook
Email
Notes
Más
3
2
Compartir
Foto: Archivo El Universal

Para don Ángel Verdugo, paisano sonorense

No conocí a Luis Donaldo Colosio. Tenía yo 8 años cuando lo asesinaron. Recuerdo con mucha precisión, eso sí, la inmensa conmoción que sacudió a su natal Sonora, donde yo pasé mi infancia, ante la noticia de su muerte. En mi escuela primaria, las maestras lloraban mientras los niños comentaban en el recreo lo que le habían oído decir a sus papás. “Pinshi Camacho”, soltaban los pequeños con desparpajo y con la “ch” pronunciada como “sh” muy a la norteña. Me acuerdo haber estado en mi casa leyendo una revista del hombre araña, todavía con un poco de luz solar ya muy menguada (en el desierto anochece más tarde), cuando mi mamá vio en televisión la noticia del asesinato de Colosio. El rostro de mi mamá quedó transfigurado por la preocupación y exclamó con tristeza: “ese hombre era bueno, por eso lo mataron, él sí iba a ayudar a Sonora. Voy a pedirle a Dios que cuide a México.” Y se fue a rezar. Impresionante lección desde la infancia, a los hombres buenos los matan por ser buenos. Yo no sabía quién era “el pinshi Camacho” al que maldecía todo Sonora, pero me daba cuenta que mi comunidad hermosillense lamentaba con angustia profunda un acontecimiento de carácter casi cósmico. La gente atribuía esperanzas gigantescas a Colosio. Habían pasado como seis décadas desde que hubo un presidente sonorense y la gente esperaba que, por primera vez en tantísimos años, el centro, los políticos capitalinos o como les decían allá “los pinshis huashos”, se acordarían finalmente de mi estado. Un estado tan lejano geográficamente todavía en un mundo donde el internet no había irrumpido en forma masiva y las largas distancias telefónicas era costosísimas. En mi escuela, cuando un niño era un buen declamador de poemas cursis el día de las madres, los otros compañeros le gritaban emocionados “¡Colosio, Colosio, Colosio!”

Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días

Suscríbete a Disidencia para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.

Already a paid subscriber? Iniciar sesión
Una publicación invitada por
Raudel Ávila
Aspirante a escritor y analista.
Suscríbete a Raudel
© 2025 Pablo Majluf
Privacidad ∙ Términos ∙ Aviso de recolección
Empieza a escribirDescargar la app
Substack es el hogar de la gran cultura

Compartir

Copiar enlace
Facebook
Email
Notes
Más