Alexander Dugin goes to Washington
No es sólo Putin quien ha penetrado en los corredores del poder estadounidense. Es también su teólogo y gurú.
Connoisseur de los recovecos en las calles de Moscú, el teólogo político Alexander Dugin, recuerda mucho a Falstaff, esa regordeta figura que, de acuerdo con Harold Bloom, educó en la sabiduría de las tabernas al príncipe Hal —futuro Enrique V— en la Henriada de William Shakespeare.
Pero a diferencia de Falstaff, la educación que Dugin impartió indirectamente a Vladimir Putin no fue en el arte del estadista, sino en el de la tiranía. Es a Dugin y a su promoción del neoeurasianismo al que debemos el cambio de opinión del presidente ruso, alrededor del 2012, hacia una visión imperialista del mundo y a la decisión de acosar militarmente a Ucrania con el fin de anexar ese país a Rusia.
La ballena blanca de Dugin —su Moby Dick personal— es el liberalismo, al que considera la prueba de que el Anticristo ha arribado al mundo. Recordemos que, a fin de cuentas, la ideología eurasianista no es otra cosa que la propuesta de la teología política en la civilización ortodoxa. En el núcleo de ella se encuentra la idea de que los seres humanos debemos vivir nuestras vidas en permanente estado de postración y obediencia hacia el poder, cuya fuente última no es sino el Dios revelado.
Es en esto en lo que cree Putin. Y es esto lo que se encuentra detrás de los movimientos populistas del siglo XIX y XX.
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