Agarra cuando hay
Gutierritos, Dato Protegido, los rapiñeros de la carretera y una teoría de la corrupción.
No deja de haber cierta justicia poética en la exhibida que el periodista Jorge García Orozco —a quien por cierto edité en la revista Etcétera— le ha dado a la pareja política compuesta por Gutierritos, presidente de la Cámara de Diputados, y su esposa, la diputada Dato Protegido. Cada par de horas publica en redes sociales otra foto donde aparece alguno de los dos, o ambos, o ambos con los hijos, portando alguna prenda horrorosa o reloj brillante o zapatos policromáticos de las tiendas más caras del mundo con valor de decenas de miles de pesos, o junto a un refrito de arte contemporáneo de aquellas galerías que los nuevos ricos mexicanos recomiendan con megáfono aunque no sepan nada de arte.





Digo “justicia poética” primero porque las fotos las publicaron ellos mismos en su reciente pasado impune e insospechado bajo el halo protector del obradorismo, uno de cuyos mandamientos es robar mucho pero parecer pobre y al cual desobedecieron. Y luego, porque todo empezó cuando la misma diputada exigió disculpas de una ciudadana que la acusó de nepotismo por su matrimonio con Gutierritos, lo cual es muy verosímil, pero el INE, ya convertido en policía, censuró a la ciudadana por “violencia política de género” y la obligó a disculparse con la agraviada por 30 días, pero ocultando su nombre con el mote “Dato Protegido” —de ahí el alias y toda la crisis.
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